Nacionalización de la Industria Petrolera / Venezuela, 1976.

Era el año 1976, tiempos de vacas gordas para el país. CAP decide, en un acto de patriotismo, nacionalizar nuestra industria petrolera.

Aun recuerdo la fiesta que se armo, una algarabía y felicidad, pues para la gran mayoría representaba una gran victoria.  Al fin le arrancabamos de las manos a los Gerentes Extranjeros de Shell Y Co., gente bien entrenada y muy capacitada, que a cambio de una buena parte de nuestro crudo, manejaba a la perfección nuestro negocio mas rentable.

Explicado en palabras de a centavo, el crudo venezolano era una suerte de franquicia que vendíamos al mejor postor, y por tanto nos dio medianas ganancias y cero dolores de cabeza.

Hoy, año 2018, 42 años han pasado y veo como mi opinión de aquel entonces, sigue mas vigente que entonces.

Pusimos en manos de cada GOBIERNO DE TURNO, la mesa puesta para servirse de nuestro mayor patrimonio.  Así pues, desde la nacionalización, todos, adecos, copeyanos y PRINCIPALMENTE los Amos del Valle, han gozado del uso y disfrute de nuestro mayor recurso económico a través de PDVSA.

Por ahí saltaran muchos a refutarme el tema, pero yo creo en los números, en las matemáticas, dos y dos nunca sumaran cinco.  A las pruebas me remito con todos los hechos, que hablan mas que mil letras o palabras.

Nuestro petroleo fue manejado durante 86 años por manos extranjeras, y si, debo reconocerlo, el precio de gerencia era alto, pero ni comparación con lo que nos ha costado la Nacionalización del crudo y otros minerales.

Así las cosas, llego a la triste conclusión que, como reza el dicho, no puedes dejar al zamuro cuidando carne.

Los Venezolanos algún día aprenderemos la lección de echar en culpa cada desgracia que nos sucede.  Hay mucha tela que cortar; mismo tema con los distintos organismos de régimen de control  de moneda extranjera.
Hemos pasado por veintitantos organismos de régimen cambiarlo y ninguno ha resultado positivo, porque la viveza criolla se ha encargado de sacarle el provecho egoísta, sin pensar en las consecuencias.

Pasamos por el Chino de Recadi, y desde aquel entonces, miles de trampas y vagabunderias han pasado con los distintos controles cambiarios.

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